martes

Octubre dos mil quince

ahora me acurruco entre unas manos
que entran en mí y desenredan mis entrañas
están bien están sanas dicen y me besan
el hígado el esófago el riñón el corazón en fin todo lo roto 
a lo largo de estos trescientos treinta y seis meses que llevo sin morirme
y aquello que veo desde la ventana ya no es el tiempo asesinando las murallas 
es el sólo la mala suerte de un edificio abandonado.